(ZENIT- Roma);- Con el canto del Veni Creator Spiritus, inició este miércoles en la basílica pontificia de San Juan de Letrán en Roma, el día de retiro del Jubileo de los Sacerdotes, que contempla tres meditaciones realizadas por el propio papa Francisco.
El Jubileo de los Sacerdotes inició ayer miércoles y concluye mañana viernes por la tarde en la plaza de San Pedro con la misa en el 160 aniversario de la institución por el beato Pío IX, de la fecha del Sagrado Corazón de Jesús.
El Papa en el texto leído, con diversos añadidos en el momento, recordó que esta primera meditación es sobre la misericordia porque siempre tenemos necesidad de una nueva conversión, de más contemplación y de un amor renovado. Y que nada une más con Dios que un acto de misericordia, así como a los pastores ‘impacientes’ de no ‘apalear’ a los penitentes. E invitó a convertirse en sacerdotes más misericordiados y más misericordiosos.
Invitó a una conversión la mentalidad institucional porque ‘si nuestras estructuras no se viven ni se utilizan para recibir mejor la misericordia de Dios y para ser más misericordiosos para con los demás, se pueden convertir en algo muy extraño y contraproducente’.
Una meditación que parte de lo nos hace sentir más miserable y por ello pedir la gracia de encontrar esto. Invitó también a no sentir la misericordia como un gesto que Dios tiene de vez en cuando, y saber que el Señor no solamente nos limpia sino que nos encorona, nos da dignidad. Y lamentar no haber aprovechado antes este don. Concluyó recordando algunos pasajes del Evangelio que muestran como la misericordia es siempre exagerada. La primera meditación del retiro concluyó con la recitación del Miserere.
A continuación las palabras del Santo Padre:
“Buen día queridos Sacerdotes, iniciamos esta jornada de retiro espiritual en la que nos hará bien rezar los unos por los otros, en comunión, todos.
He elegido el tema de la misericordia, como pequeña introducción, la misericordia en su aspecto más femenino, es el entrañable amor materno, que se conmueve ante la fragilidad de su criatura recién nacida y la abraza, supliendo todo lo que le falta para que pueda vivir y crecer (rahamim); y en su aspecto más masculino, es la fidelidad fuerte del Padre que sostiene siempre, perdona y vuelve a poner en camino a sus hijos.
La misericordia es tanto el fruto de una alianza por eso se dice que Dios se acuerda de su (pacto de) misericordia (heded) – como un acto gratuito de benignidad y bondad que brota de nuestra psicología más profunda y se traduce en una obra externa (eleos, que se convierte en limosna).
Esta inclusividad hace que esté siempre a la mano de todos el «misericordiar», el compadecerse del que sufre, conmoverse ante el necesitado, indignarse, que se revuelvan las tripas ante una injusticia patente y ponerse inmediatamente a hacer algo concreto, con respeto y ternura, para remediar la situación.
Y partiendo de este sentimiento visceral, está al alcance de todos mirar a Dios desde la perspectiva de este atributo primero y último con el que Jesús lo ha querido revelar para nosotros: el nombre de Dios es Misericordia.
Cuando meditamos sobre la Misericordia sucede algo especial. La dinámica de los Ejercicios Espirituales se potencia desde dentro. La misericordia hace ver que las vías objetivas de la mística clásica -purgativa, iluminativa y unitiva- nunca son etapas sucesivas, que se puedan dejar atrás.
Siempre tenemos necesidad de una nueva conversión, de más contemplación y de un amor renovado. Nada une más con Dios que un acto de misericordia, ya sea que se trate de la misericordia con que el Señor nos perdona nuestros pecados, ya sea de la gracia que nos da para practicar las obras de misericordia en su nombre. Nada ilumina más la fe que el purgar nuestros pecados y nada más claro que Mateo 25, y aquello de «Dichosos los misericordiosos porque alcanzarán misericordia» (Mt 5,7), para comprender cuál es la voluntad de Dios, la misión a la que nos envía.
A la misericordia se le puede aplicar aquella enseñanza de Jesús: «Con la medida que midan serán medidos» (Mt 7,2). Permítanme, pero pienso en aquellos confesores impacientes que ‘apalean’ a los penitentes, que los retan. ¡Pero así los tratará Dios! Al menos por ello no hagan estas cosas.
La misericordia nos permite pasar de sentirnos misericordiados a desear misericordiar. Pueden convivir, en una sana tensión, el sentimiento de vergüenza por los propios pecados con el sentimiento de la dignidad a la que el Señor nos eleva.
Podemos pasar sin preámbulos de la distancia a la fiesta, como en la parábola del Hijo Pródigo, y utilizar como receptáculo de la misericordia nuestro propio pecado. La misericordia nos impulsa a pasar de lo personal a lo comunitario. Cuando actuamos con misericordia, como en los milagros de la multiplicación de los panes, que nacen de la compasión de Jesús por su pueblo y por los extranjeros, los panes se multiplican a medida que se reparten.
Tres sugerencias para este día de retiro: La alegre y libre familiaridad que se establece a todos los niveles entre los que se relacionan entre sí con el vínculo de la misericordia –familiaridad del Reino de Dios, tal como Jesús lo describe en sus parábola– me lleva a sugerirles tres cosas para su oración personal de este día.
La primera tiene que ver con dos consejos prácticos que da san Ignacio, me disculpo por la publicidad de familia, quien dice: «No el mucho saber llena y satisface el alma, sino el sentir y gustar las cosas de Dios interiormente».
San Ignacio agrega que allí donde uno encuentra lo que quiere y siente gusto, allí se quede rezando «sin tener ansia de pasar adelante, hasta que me satisfaga». Así que, en estas meditaciones sobre la misericordia, uno puede comenzar por donde más le guste y quedarse allí, pues seguramente una obra de misericordia le llevará a las demás.
Si comenzamos dando gracias al Señor, que maravillosamente nos creó y más maravillosamente aún nos redimió, seguramente esto nos llevará a sentir pena por nuestros pecados. Si comenzamos por compadecernos de los más pobres y alejados, seguramente sentiremos la necesidad de recibir misericordia.