Visita pastoral del Santo Padre Francisco a la archidiócesis de Milán 2017

Encuentro con los sacerdotes y los consagrados en el Duomo , 25.03.2017

Visita pastoral del Santo Padre Francisco a la archidiócesis de Milán: Encuentro con los sacerdotes  y los  consagrados  en el  Duomo

A las  10.00 de esta  mañana, en el Duomo de Milán, el Santo Padre Francisco  se ha encontrado con los sacerdotes y los consagrados.

            A la entrada del Duomo, el Papa ha sido recibido por los obispos auxiliares, el arcipreste y el cabildo metropolitano.

  Después en el “Scurolo di San Carlo”, el Santo Padre se ha detenido unos minutos  para adorar el Santísimo Sacramento  y venerar las reliquias del santo.

Tras el saludo del Em.mo cardenal Angelo Scola, arzobispo de Milán, el Papa responde a algunas preguntas  de los  sacerdotes.

            Publicamos a continuación las respuestas  del Santo Padre

Respuestas del Santo Padre a algunas preguntas

Pregunta 1 – Don Gabriele Gioia, presbítero
Muchas de las energías y del tiempo  de los sacerdotes son absorbidas para continuar las formas tradicionales de ministerio, pero sentimos los desafíos de la secularización y la irrelevancia de la fe dentro de la evolución de una sociedad milanesa, que es cada vez  más plural, multiétnica, multirreligiosa y multicultural. También nosotros, a veces, nos sentimos como Pedro y los apóstoles, que después de haber trabajado duramente no habían pescado nada. Le preguntamos 
¿Qué purificaciones y qué opciones prioritarias estamos llamados a cumplir para no perder la alegría de evangelizar , de ser pueblo de Dios que testimonia su amor por cada ser humano?
Santidad le queremos y rezamos por Usted.


Papa Francisco:

Gracias. Gracias.

Me han enviado vuestras tres preguntas. Siempre se  hace así. Por lo general, respondo improvisando, pero esta vez pensé, en un día con un horario tan ocupado, que era mejor escribir algo en respuesta.

He escuchado tu pregunta, don Gabriele. La había leído antes, pero mientras hablabas, me vinieron  a la mente dos cosas. Una «pescar peces”. Tu sabes que la evangelización no siempre es sinónimo de «pescar peces»: es ir, remar mar adentro, dar testimonio … y luego el Señor, Él «pesca» los peces. Cuándo, cómo y dónde, no sabemos. Y esto es muy importante. Y también partir de este hecho, que nosotros somos instrumentos, herramientas inútiles. Otra cosa que  has dicho,  esa  preocupación que has expresado, es   la preocupación de todos vosotros: no perder la alegría de evangelizar. Porque evangelizar es una alegría. El gran Pablo VI en la Evangelii Nuntiandi – que es el mayor documento pastoral del período post-conciliar, y que todavía es actual hoy – habló de esta alegría: la alegría de la Iglesia es evangelizar. Y hay que pedir la gracia de no perderla. Él [Pablo VI] nos dice, casi al final [del documento]: Mantengamos esta alegría de evangelizar; no como evangelizadores tristes, aburridos,  no es esto ; un evangelista triste  es aquel que no está convencido de que Jesús es alegría, de que Jesús te trae alegría, y cuando te llama te cambia la vida y te da alegría, y te envía  con alegría, incluso en la cruz, pero con alegría, para evangelizar. Gracias por señalar estas cosas , Gabriel.

Y ahora, las cosas que he estado pensando acerca de esta cuestión, en  casa, para decir cosas más pensadas

  1. Una de las primeras cosas que me vienen a la mente es la palabra reto – que tu has usado: “tantos retos”, has dicho. Cada época histórica, desde los primeros tiempos del cristianismo, ha sido sometida continuamente a múltiples retos. Retos dentro de la comunidad eclesial y, al mismo tiempo en la relación con la sociedad en la que la fe estaba tomando forma. Recordemos el episodio de Pedro en la casa de Cornelio en Cesarea (Hechos 10,24 a 35), o la disputa en Antioquía y luego en Jerusalén sobre si o no circuncidar a los gentiles (Hch 15.1 a 6) etc…. Por lo tanto no hay que temer  los retos, que quede claro. No debemos temer los retos. Cuantas veces escuchamos quejas: “Ah, en esta época hay tantos retos y estamos tristes..” No. No hay que tener miedo. Los retos hay que agarrarlos como el buey, por los cuernos. No hay que temerlos. Y es bueno que los haya. Es bueno porque nos hacen crecer. Son el signo de una fe viva, de una comunidad viva que busca a su Señor y tiene abiertos  los ojos y el corazón . Más bien habría  que temer una fe sin retos, una fe que se cree completa, toda completa: no necesito nada más; ya está todo hecho. Esta fe están tan aguada que no sirve. De esto tenemos que tener miedo. Y se cree completa, como si todo hubiera sido dicho y realizado . Los retos  nos ayudan a lograr que nuestra fe no se vuelva ideológica. Siempre existe el peligro de las ideologías, siempre.Las ideologías crecen, germinan y crecen cuando uno cree  que tiene la fe completa, y se vuelve ideología. Los retos  nos salvan de  un pensamiento cerrado y definido y nos abren a una comprensión más amplia del dato revelado. Según lo indicado por la Constitución dogmática Dei Verbum: » La Iglesia, en el decurso de los siglos, tiende constantemente a la plenitud de la verdad divina, hasta que en ella se cumplan las palabras de Dios. » (8b). Y en esto los retos  nos ayudan a abrirnos al misterio revelado. Esta es la primera respuesta a lo que me has dicho.

  1. En segundo lugar. Tu  has hablado de una sociedad «multi» – multicultural, multirreligiosa y multiétnica -. Creo que la Iglesia, a lo largo de toda su historia, muchas veces – sin que  seamos  conscientes de ello – tiene mucho que enseñarnos y ayudarnos de cara a una cultura de la diversidad. Tenemos que aprender. El Espíritu Santo es el maestro de la diversidad. Miremos  a nuestras diócesis, a nuestros sacerdotes, a nuestras comunidades. Miremos a las congregaciones religiosas. Tantos carismas, tantas formas de realizar la experiencia creyente. La Iglesia es  Una en una experiencia multifacética. Es una, sí. Pero en una experiencia multifacética.  Aunque sea Una es multifacética. El Evangelio es uno en su forma cuádruple. El Evangelio es uno, pero son cuatro y son diferentes, pero esa diferencia es una riqueza. El Evangelio en su forma cuádruple.Esto aporta a nuestras comunidades una riqueza que  manifiesta la acción del Espíritu. La tradición eclesial tiene mucha experiencia de cómo «manejar»  la multiplicidad dentro de su historia y de su vida. Hemos visto y vemos  de todo: hemos visto y vemos  una gran riqueza y muchos horrores y errores. Y aquí tenemos una buena clave que nos ayuda a leer el mundo contemporáneo. Sin condenarlo y sin santificarlo. Reconociendo los aspectos luminosos y los aspectos oscuros. Como también  ayudándonos a discernir los excesos de uniformidad o de relativismo: dos tendencias que tratan de borrar la unidad de las diferencias, la interdependencia.  La Iglesia es Una en las diferencias. Es una y esas diferencias nos unen en esa unidad. ¿Pero quien hace las diferencias? El Espíritu Santo: El es el Maestro de las diferencias. Y ¿Quién hace la unidad? El Espíritu Santo : El es también el Maestro de la unidad: Ese gran Artista, ese gran Maestro de la unidad en las diferencias es el Espíritu Santo. Y esto tenemos que entenderlo muy bien. Y hablaré de ello más adelante, a propósito del discernimiento: discernir cuando es el Espíritu el que hace las diferencias y la unidad y cuando no es el Espíritu el que hace una diferencia o una división ¿Cuántas veces hemos confundido la unidad con la uniformidad? Y no es lo mismo.  O ¿cuántas veces hemos confundido pluralidad con pluralismo?  Y no es lo mismo. La uniformidad y el pluralismo no son del espíritu bueno: no vienen del Espíritu Santo. La pluralidad y la unidad,  en cambio, proceden del Espíritu Santo. En ambos casos, lo que se intenta  es reducir la tensión y eliminar el conflicto o la ambivalencia a la que estamos sometidos como seres humanos. Tratar de eliminar uno de los polos de tensión es eliminar la forma  en que Dios ha querido revelarse en la humanidad de su Hijo.  Todo lo que no asuma  el drama humano puede ser una teoría muy clara y distinguida, pero no coherente con la revelación y por lo tanto ideológica. La fe para ser cristiana y no ilusoria debe configurarse dentro de los procesos humanos, sin estar limitada a ellos.  También esta es una hermosa tensión. Es la tarea bella y exigente  que nos ha dejado nuestro Señor, ‘ el ya y todavía no’ de la salvación. Y esto es muy importante: unidad en las diferencias. Esta es una tensión, pero es una tensión que siempre nos hace crecer en la Iglesia.

  1. En tercer lugar. Hay una elección que como pastores no podemos eludir: formar al discernimiento.  Discernimiento de estas cosas que parecen opuestas o que son opuestas para saber cuando una tensión, una oposición viene del Espíritu Santo y cuando viene del Maligno. Y, por eso, formar al discernimiento.Como creo haber  entendidode  la pregunta, la diversidad ofrece un escenario muy complicado. La cultura de la abundancia a la que estamos sometidos ofrece un horizonte de muchas posibilidades, presentándolas todas  como válidas y buenas. Nuestros jóvenes están expuestos a un zapping constante. Pueden navegar en dos o tres pantallas abiertas simultáneamente, pueden interactuar al mismo tiempo en diferentes escenarios virtuales. Nos guste o no, es el mundo en el que se insertan y es nuestro deber como pastores ayudarles a atraversar  este mundo. Por eso creo que sea bueno  enseñarles a discernir, para que tengan las herramientas y los elementos que les ayuden a recorrer el camino de la vida sin que se extinga el Espíritu Santo que está dentro de ellos. En un mundo sin posibilidades de elección, o con menos posibilidades, tal vez las cosas parecerían más claras, no sé. Pero hoy en día nuestros fieles – y  nosotros mismos – estamos expuestos a esta realidad, y por lo tanto estoy convencido de que  como comunidad eclesial debemos incrementar el habitus del discernimiento. Y este es un reto, y requiere la gracia del discernimiento, para intentar aprender y tener el hábito del discernimiento. Esta gracia, desde  los pequeños hasta los adultos, todos.  De pequeños, es fácil que el papá y la  mamá  nos digan lo que debemos hacer, y eso está bien –hoy no creo que sea tan fácil; en mis tiempos sí, pero hoy no lo sé, pero de todas formas, es más fácil. Pero a medida que crecemos, en medio de una multitud de voces donde aparentemente todas tienen razón, el discernimiento de lo que nos lleva a la Resurrección, a la Vida y no a una cultura de la muerte, es crucial. Por eso reitero tanto esta necesidad. Es una herramienta catequética y también para la vida. En la catequesis, en la guía espiritual, en las homilías tenemos que enseñar a nuestro pueblo, enseñar  a los jóvenes, enseñar a los niños, enseñar a los adultos el discernimiento. Y enseñarles a pedir la gracia del discernimiento.

De esto  habla esa parte de la Exhortación Evangelii gaudium titulada  “La misión que se encarna en los límites humanos” [40-45] .Y este es el tercer punto al que he contestado. Son pequeñas cosas que quizás serán de ayuda en vuestra reflexión sobre las preguntas y después en el diálogo entre vosotros. Te lo agradezco mucho.

 Pregunta  2 – Roberto Crespi,  diácono permanente

Santidad, buenos días. Soy Roberto, diácono permanente. El diaconado entró en nuestro clero  en 1990 y hoy somos 143; no es una cifra grande, pero es significativa. Somos hombres   que viven plenamente  su vocación al matrimonio o al celibato, pero viven  también plenamente el mundo del trabajo y de la profesión  y aportamos así al clero  el mundo de la familia y del trabajo, llevamos la dimensión de la belleza y de la experiencia, pero también de la fatiga y alguna vez de las heridas. Le preguntamos entonces, como diáconos permanentes ¿Cuál es nuestra parte para que podamos ayudar a delinear ese rostro de la Iglesia que es humilde,que es desinteresada, que es bienaventurada, que sentimos que está en su corazón y de la que habla a menudo? Gracias por su atención y le aseguro nuestra oración junto con la de nuestras esposas y la de nuestras familias.

Papa Francisco:

Gracias. Vosotros, los diáconos, tenéis mucho que dar, mucho que dar. Pensemos en el valor de discernimiento. Dentro del presbiterio, podéis ser una voz autorizada para mostrar la tensión que existe entre el deber y el querer , las tensiones que se experimentan en la vida familiar –¡tenéis suegras, por poner un ejemplo!- así como las  bendiciones que se viven dentro de la vida familiar.

 Pero hay que tener cuidado para  no ver los diáconos como medio sacerdotes y medio laicos. Es un peligro. Al final no están ni aquí ni allí. No, no se debe hacer, es un peligro.  Verlos así hace daño y les hace daño. Esta manera de considerarlos debilita el poder del carisma propio del diaconado. Quiero insistir en esto: el carisma propio del diaconado. Y este carisma está en la vida de la Iglesia. Tampoco es buena la imagen del diácono como una especie de intermediario entre los fieles y los pastores. Ni a mitad de camino entre los curas y los laicos, ni a mitad de camino entre los  pastores y los fieles. Y hay dos tentaciones.  Hay el peligro del clericalismo: el diácono que es demasiado clerical. No, no, esto está mal. A veces veo que  alguno cuando ayuda  en la liturgia parece querer tomar el lugar del sacerdote. El clericalismo, cuidado con el clericalismo. Y la otra tentación, el funcionalismo: es una ayuda que tiene el sacerdote para esto o lo otro… es un chico para realizar algunas tareas y no para otras cosas … No. Tenéis  un carisma claro en la Iglesia y tenéis que construirlo.

El diaconado es una vocación específica, es una vocación familiar que llama al servicio. Me gusta mucho cuando [en los Hechos de los Apóstoles]los  primeros cristianos helenistas van donde  los apóstoles para quejarse de que sus viudas y sus huérfanos no estaban bien  atendidos, e  hicieron aquella reunión, aquel «sínodo» entre los apóstoles y los discípulos, y se   «inventaron» los diáconos para servir. Y esto es muy interesante para nosotros como obispos, pues todos aquellos eran obispos,  aquellos que  «hicieron» a los diáconos. ¿Y qué nos dice? Que  los diáconos sean servidores. Después  se dieron cuenta de que, en ese caso, era para  ayudar a las viudas y huérfanos;  pero servir. Y a nosotros, los obispos: la oración y el anuncio  de la Palabra; y esto nos demuestra cual es  el carisma más importante de un obispo: la oración. ¿Cuál es la tarea de un obispo, la primera tarea? La oración. La segunda tarea: anunciar la Palabra. Pero se puede ver claramente la diferencia. Y vosotros [diáconos]: el servicio. Esta palabra es la clave para la comprensión de vuestro  carisma. El servicio como uno de los dones característicos del pueblo de Dios El diácono es – por así decirlo – el custodio del servicio en la Iglesia. Cada palabra debe calibrarse muy bien. Vosotros sois los custodios del servicio en la Iglesia:  el servicio de la Palabra, el servicio del altar, el servicio a los pobres. Es vuestra misión, la misión del diácono y su contribución consisten en esto: en recordarnos que la fe, en sus diversas expresiones – la liturgia  comunitaria,  la oración personal, las diferentes formas de  caridad – y en sus diversos estados de vida – laico, clerical, familiar – tienen una dimensión esencial de servicio. El servicio a Dios y a los hermanos. ¡Y cuánto camino  hay que recorrer en este sentido! ¡Sois los custodios del servicio en la Iglesia!

En ello radica el valor de los carismas en la Iglesia, que son un recuerdo y un don para ayudar a todo el pueblo de Dios a no perder la perspectiva ni las riquezas de la acción de  Dios. Vosotros no sois medio curas y medio  laicos – esto sería «funcionalizar» el diaconado -, sois  sacramento de servicio a Dios y a los hermanos. Y de esta palabra, “servicio”, se deriva todo el desarrollo de vuestro trabajo, de vuestra vocación, del vuestro ser en la Iglesia. Una vocación que al igual que todas las vocaciones no es solamente individual, sino que se vive en la familia y con la familia; dentro del Pueblo de Dios y con el pueblo de  Dios

Sintetizando:

 – No hay servicio del altar, no hay  liturgia que no se abra al servicio de los pobres, y no hay servicio a los pobres que no  conduzca a la liturgia.

 – No hay vocación eclesial que no sea familiar.

Esto nos ayuda a revalorizar  al diaconado como  vocación eclesial.

Por último, hoy parece que todo tenga que «servirnos», como el fin de todo fuera el individuo: la oración «me sirve”,  la comunidad «me sirve», la caridad » me sirve » .Es un dato de nuestra cultura.Vosotros sois  el don que el Espíritu nos da para ver  que el camino justo va al contrario: en la oración sirvo, en la comunidad sirvo, con la solidaridad sirvo a Dios y al prójimo. Y que Dios os conceda la gracia de crecer en este carisma de custodiar el servicio en la Iglesia. Gracias por lo que hacéis.

Pregunta 3 – Madre M. Paola Paganoni, osc

Santtidad. Soy la Madre Paola de las Ursulinas y estoy aquí en nombre de toda la vida consagrada presente en la Iglesia milanesa pero también de toda Lombardía. Le damos las gracias por su presencia, pero sobre todo por el testimonio de vida que nos da. Desde santa Marcelina, hermana de Ambrosio, la vida consagrada en la Iglesia milanesa hasta nuestros  días ha sido presencia viva y significativa con las formas antiguas –y las ha visto aquí- nuevas Queremos preguntarle, Padre, cómo ser para el hombre de hoy, testigos de profecía, como Usted dice: custodios de la maravilla, y testimoniar con nuestra pobre vida, pero una vida que sea pobre y fraternal. Y luego, dadas nuestras pocas- parecemos muchas, pero la edad es elevada- dadas nuestras pocas fuerzas, para el futuro  ¿Qué  periferias existenciales, que ámbitos  elegir, dar prioridad, teniendo conciencia de nuestra minoría –minoría en la sociedad y minoría en la Iglesia? Gracias. Le aseguramos nuestro recuerdo cotidiano.

Papa Francisco.

Gracias. Me gusta, me gusta la palabra «minoría». Es cierto que es el carisma de los franciscanos, pero todos tenemos que ser ‘menores ‘ es una actitud espiritual,  la minoridad, que es el sello de los cristianos. Me gusta que haya utilizado esa palabra. Y voy a empezar con esta última palabra: minoría,  la minoría. Por lo general – pero no digo que sea  su caso – es una palabra que se acompaña de un sentimiento: «Parecemos  muchas, pero  somos mayores, somos pocas …». Y el sentimiento  que está debajo ¿Cuál  es? La resignación. Mal sentimiento. Sin darnos cuenta, cada vez que pensamos o  constatamos que somos pocos, o en muchos casos ancianos, experimentamos el peso, la fragilidad más que el esplendor, nuestro espíritu comienza a erosionarse por la resignación. Y la resignación  lleva a la pereza … Os recomiendo, si tenéis tiempo , que leáis  lo que los Padres del desierto dicen sobre la perez: es algo muy actual hoy. Creo que aquí nace la primera acción a la que debemos prestar atención: pocos sí,  minoría sí,  ancianos, sí, ¡resignados no! Son hilos muy finos que se ven sólo delante del Señor examinando nuestro  interior. El cardenal, cuando habló, dijo dos palabras que me impresionaron  mucho. Hablando de la misericordia dijo que la misericordia «restaura y da la paz.» Un buen remedio contra la  resignación  es esta misericordia que restaura y da la paz. Cuando caigamos en la resignación, nos alejemos de la misericordia, vayamos inmediatamente donde alguno, donde alguna, donde el Señor a pedir misericordia, para que nos restaure  y nos de la paz.

Cuando la resignación se apodera de nosotros, vivimos con el imaginario de un pasado glorioso que, lejos de despertar el carisma inicial, nos envuelve cada vez más en una espiral de pesadez existencial . Todo se vuelve más pesado y difícil de levantar. Y aquí, esto es algo que yo no había escrito pero  que  digo ahora ;  es un poco feo decirlo, pero lo siento, sucede, y lo voy a decir. Empiezan a ser  pesadas las estructuras , vacías, no sabemos cómo hacer  y pensamos  en  vender las estructuras para conseguir dinero, el dinero para la vejez … Empieza a ser pesado el dinero que tenemos en el banco … Y la pobreza, ¿dónde está? Pero el Señor es bueno, y cuando una congregación religiosa no sigue  el camino del voto de pobreza, por lo general envía un mal ecónomo o ecónoma que destruye todo .¡ Y esto es una gracia! [Risas, aplausos] Estaba diciendo que todo se vuelve pesado y difícil de levantar. Y la tentación siempre está en buscar certezas humanas. He hablado del dinero, que es una de las seguridades humanas que tenemos más cerca. Por eso, es bueno para todos nosotros volver a los orígenes, ir en peregrinación a los orígenes, una memoria que nos salva de cualquier imaginación gloriosa, pero irreal del pasado.

«La mirada creyente es capaz de reconocer –dice la Evangelii gaudium- la luz que siempre derrama el Espíritu Santo en medio de la oscuridad, sin olvidar que «donde abundó el pecado sobreabundó la gracia» (Rm 5,20). Nuestra fe es desafiada a vislumbrar el vino en que puede convertirse el agua y a descubrir el trigo que crece en medio de la cizaña. «(ibid., N. Evangelii gaudium, 84) .

Nuestros padres y madres fundadoras no pensaron nunca en ser una multitud o una gran mayoría. Nuestros fundadores se sintieron movidos por el Espíritu Santo en un momento concreto de la historia a ser  presencia gozosa del Evangelio para los hermanos; a renovar y edificar la Iglesia como levadura en la masa, como  sal y  luz del mondo. Estoy pensando, tengo clara la frase de uno de los fundadores, pero muchos han dicho lo mismo: «Tened miedo de la multitud» Que no vengan  muchos, por miedo a no formarlos bien, el miedo de no dar el carisma … Uno la llamaba la «turba multa». No. Ellos pensaban simplemente en llevar adelante el Evangelio, el carisma.

Creo que una de las razones que nos impiden o nos privan de la alegría estriba en este aspecto. Nuestras congregaciones no nacieron para ser la masa, sino un poco de sal y un poco de levadura, que habría contribuido a que creciera  la masa; para que el pueblo de Dios tuviera ese «condimento» que le faltaba. Durante muchos años hemos tenido la tentación de creer , y tantos  hemos crecido con la idea de que las familias religiosas debían  poseer espacios más que iniciar  procesos. Y esta es una tentación. Tenemos que iniciar procesos, no poseer espacios. Yo tengo miedo de las estadísticas, porque nos engañan tantas veces. Nos dicen la verdad de una parte, pero después se cede el paso a la ilusión y nos llevan al engaño. Poseer espacios, más que iniciar procesos: estábamos tentados de esto porque pensábamos que ,como eramos muchos, el conflicto podría prevalecer sobre la unidad; que las ideas (o nuestra incapacidad de cambiar) eran más importantes que la realidad; o  que la parte (nuestra pequeña parte o visión del mundo) era superior al todo  eclesial (cf. ibid., 222-237) . Es una tentación. Nunca  he visto a un pizzaiolo que para  hacer la pizza toma medio kilo  de levadura y 100 gramos de harina, no. Al contrario. Poca levadura para que suba la  harina.

Hoy la realidad nos interpela, la realidad de hoy nos invita a ser de nuevo un poco de levadura, un poco de sal.. Ayer por la noche, en el Osservatore Romano, que sale por la noche pero con la fecha de hoy, sale la despedida de las dos últimas  Hermanitas de Jesús de Afganistán, entre los musulmanes, porque no había más [hermanas] y ahora, como eran ancianas, han  tenido que  volver. Hablaban afgano. Las querían todos:  musulmanes, católicos, cristianos … ¿Por qué? Porque eran testigos. ¿Por qué? Porque estaban consagradas  a Dios. Padre de todos. Y pensé, dije al Señor, mientras lo leía – buscadlo hoy en L’Osservatore Romano, que nos hará pensar en su pregunta – «Pero Jesús,¿por qué dejas a esta gente así» . Y me vino a la memoria el pueblo coreano, que tenía al principio 3 o  4 misioneros chinos – al principio – y durante  dos siglos, el mensaje lo llevaban solamente los laicos. Los caminos del Señor son como Él quiere que sean. Pero nos  hará bien hacer un acto de fe: ¡Es Él quien lleva la historia! Es verdad. Hagamos todo para crecer, para ser fuertes … pero nada de resignación. Iniciar procesos. Hoy la realidad nos interpela – repito – la realidad que nos invita a ser de nuevo un poco ‘de la levadura, un poco de sal. Se puede pensar en una comida con mucha sal? Nadie la comería, nadie podría digerirla. Hoy, la realidad – por muchos factores que no podemos  pararnos ahora a analizar – nos llama a iniciar procesos  más que a poseer espacios, a luchar por la  unidad más que a apegarnos a  los conflictos del pasado, a escuchar  la realidad, a abrirnos a la «masa» ,  al santo pueblo fiel de Dios, al todo eclesial. Abrirse al todo eclesial.

Una minoría bendecida, que está invitada nuevamente a subir, a subir en línea con lo que el Espíritu Santo ha inspirado en los corazones de vuestros  fundadores, y en el corazón de vosotras mismas. Es lo que hace falta hoy.

Paso a una última cosa. No me atrevería a deciros a que periferias existenciales debe dirigirse la misión, porque normalmente el Espíritu ha inspirado carismas para las periferias, para ir a los lugares, a los rincones, por lo general,  abandonados. No creo que el Papa os pueda decir: Ocupáos de esta o de aquella . Lo que el Papa puede deciros es esto: sois pocas,  soi pocos, los que seáis, id a las periferias, id  a las fronteras a encontraros  con el Señor, a renovar la misión de los orígenes, a la Galilea del primer encuentro, ¡volved a la Galilea del primer encuentro!. Y esto nos hará bien a todos, nos hará crecer, nos hara multitud. Me viene ahora  a la mente la confusión que sintió  nuestro Padre Abraham: Le hicieron mirar al cielo:  “Cuenta las estrellas” – pero no podía – Así será tu descendencia » «Contar las estrellas!». Y luego: «Tu único hijo» – el único, el otro se había ido ya, pero éste tenía la promesa – «lleválo al monte  y ofrecemélo en  sacrificio.» De la multitud de estrellas, a sacrificar a su hijo, la lógica de Dios no se entiende. Se obedece, solamente. Y este es el camino que debéis seguir..Elegid las periferias, despertad procesos, encended la esperanza apagada y  minada por una sociedad que se ha vuelto insensible al dolor de los demás. En nuestra fragilidad como congregaciones podemos hacernos más atentos a las tantas fragilidades que nos rodean y transformarlas  en  espacio de bendición. Llegará el momento en que el Señor os dirá: “Párate, hay una cabra, allí. No sacrifiques a tu único hijo” Id y llevad  la «unción» de Cristo, id. No os estoy echando. Solamente digo: id y llevad la misión de Cristo, vuestro carisma.

Y no  olvidemos que » cuando se pone a Jesús en medio de su pueblo, este encuentra la alegría. Y sí, sólo eso podrá devolvernos la alegría y la esperanza, sólo eso nos salvará de vivir en una actitud de supervivencia.  Por favor, no, eso es resignación. Sólo eso hará fecunda nuestra vida y mantendrá vivo nuestro corazón. Poniendo a Jesús en donde tiene que estar: en medio de su pueblo. Homilía en la  santa misa de la Presentación del Señor XXI J.M. de la vida consagrada 2 de febrero, 2017). Y esta es vuestra tarea. Gracias, madre. Gracias.

Y ahora recemos juntos. Os daré la bendición y os pido, por favor, que recéis por mí porque necesito que me sostengas las oraciones  del Pueblo de Dios, de los consagrados y de los sacerdotes. Muchas gracias.

Visita pastoral del Santo Padre Francisco a la archidiócesi de Milán: Santa Misa en el Parco di Monza, 25.03.2017

Esta tarde a las 15.30  en el Parque de Monza, el Santo Padre Francisco ha presidido la concelebración eucarística para  los fieles de la archidiócesis de Milán.

A su llegada, el Santo Padre ha recorrido en automóvil los diversos sectores en que estaba dividida la zona saludando a los fieles.

A su llegada, en el área utilizada como sacristía, el Papa fue recibido por  Giovanna Vilasi, Prefecto de Monza, Pietro Luigi Ponti, Presidente de la Provincia y  Roberto Scannagatti, alcalde de Monza. El Santo Padre se encontró después  brevemente con los obispos concelebrantes y los organizadores de la visita.

Al final de la misa, el arzobispo de Milán, Em.mo cardenal Angelo Scola, dirigió al Papa unas palabras de agradecimiento.

Durante el rito, después de la proclamación del Santo Evangelio, el Papa pronunció la homilía que publicamos a continuación:

Homilía del Santo Padre

Acabamos de escuchar el anuncio más importante de nuestra historia: la anunciación a María (cf. Lc 1,26-38). Un texto de espesor, lleno de vida, y que me gusta leer a la luz de otro anuncio: el del nacimiento de Juan Bautista (cf. Lc 1,5 a 20). Dos anuncios que se suceden y que están unidos; dos anuncios que,  comparados, nos muestran lo que Dios nos da en su Hijo.

La Anunciación de Juan Bautista sucede cuando el sacerdote Zacarías, listo para comenzar la acción litúrgica entra en el Santuario del templo, mientras toda la asamblea está esperando fuera. La Anunciación de Jesús, sin embargo, se produce en un lugar remoto en Galilea, en una ciudad periférica y con una reputación no muy buena (cf. Jn 1,46), en el anonimato de la casa de una joven llamada María.

Un contraste  no  insignificante,  que nos indica que el nuevo templo de Dios, el nuevo encuentro de Dios con su pueblo se llevará a cabo en lugares que normalmente no esperamos, en los márgenes, en las afueras. Allí se darán cita, allí se encontrarán; allí Dios se hará carne, para caminar con nosotros desde el seno de su madre. Ya no será  un lugar reservado a unos pocos mientras la mayoría espera fuera. Nada ni nadie le serán indiferentes, ninguna situación será privada de su presencia: la alegría de la salvación comienza en la vida diaria de la casa de una joven de Nazaret.

Dios mismo es el que toma la iniciativa y elige insertarse, como  hizo con María, en nuestros hogares, en nuestras luchas diarias, llenas de ansias y al mismo tiempo de deseos. Y es precisamente dentro de nuestras ciudades, de nuestras escuelas y universidades, de las plazas y los hospitales que se escucha el anuncio más bello que podemos oír: «¡Alégrate, el Señor está contigo!» Una alegría que genera vida, que genera esperanza, que se hace carne en la forma en que miramos al futuro, en la actitud con la que miramos a los demás. Una alegría que se convierte en  solidaridad,  hospitalidad,  misericordia hacia todos.

Como María, también nosotros podemos ser presa del desconcierto. «¿Cómo sucederá esto en tiempos tan llenos de especulaciones? Se especula  sobre la vida, sobre  el trabajo, sobre la familia. Se especula sobre los pobres y sobre los migrantes; se especula sobre los jóvenes y sobre su futuro. Todo parece reducirse a cifras, dejando, por el contrario, que la vida cotidiana de muchas familias se tiña de incertidumbre e inseguridad. Mientras  el dolor  llama a tantas puertas, mientras en tantos jóvenes crece la insatisfacción por la falta real de oportunidades, la especulación abunda en todas partes.

Ciertamente, el ritmo vertiginoso al que estamos sujetos parecería robarnos la esperanza y la alegría. Las presiones y la impotencia frente a tantas situaciones parecerían endurecernos el alma y  hacernos insensibles a los  muchos desafíos. Y paradójicamente, cuando todo se acelera para construir – en teoría – una sociedad mejor, al final no se tiene tiempo para nada ni para nadie. Perdemos el tiempo para la familia, el tiempo para la comunidad, perdemos el tiempo para la amistad,  para la solidaridad y para la memoria.

Nos hará  bien  preguntarnos: ¿Cómo se puede experimentar la alegría del Evangelio hoy en nuestras ciudades? ¿Es posible la esperanza cristiana  en esta situación, aquí y ahora?

Estas dos preguntas atañen a  nuestra identidad, a la vida de nuestras familias, de nuestros países y de nuestras ciudades. Atañen a  la vida de nuestros hijos, de nuestros jóvenes y requieren de nosotros una nueva forma de situarnos en la historia. Si la alegría y la esperanza cristianas siguen siendo posibles, no podemos, no queremos quedarnos  frente a tantas situaciones dolorosas como meros espectadores que miran el cielo esperando a que «deje de llover.» Todo lo que sucede nos obliga a mirar al presente con audacia, con la audacia de aquellos que saben que la alegría de la salvación asume forma en la vida cotidiana de la casa de una joven de Nazaret.

Ante el desconcierto de María,  frente a nuestro desconcierto, hay tres claves que el Ángel nos da para ayudarnos a aceptar la misión que nos ha confiado.

  1. Evocar la memoria

Lo primero que hace el ángel es evocar la memoria, abriendo así el presente de María a toda la historia de la salvación. Evoca la promesa hecha a David como fruto de la alianza con Jacob. María es la hija de la Alianza. También hoy, nosotros, estamos invitados a recordar, a mirar a nuestro pasado para no olvidar de dónde venimos. Para no olvidar a nuestros antepasados,a  nuestros abuelos y todo lo que han pasado para llegar a donde estamos hoy. Esta tierra y su gente han experimentado el dolor de dos guerras mundiales; y, a veces han visto su merecida fama de  laboriosidad y civilización contaminada por ambiciones desenfrenadas. La memoria nos ayuda a no permanecer prisioneros de discursos que siembran fracturas y divisiones como la única manera de resolver los conflictos. Evocar la memoria es el mejor antídoto del que disponemos frente a  las soluciones mágicas  de la división y del distanciamiento.

2.-La pertenencia al Pueblo de Dios.

La memoria  permite a María apropiarse su pertenencia al Pueblo de Dios. ¡Nos hace bien recordar que somos miembros del pueblo de Dios! Milaneses, sí, Ambrosianos, por supuesto, pero  parte del gran pueblo de Dios. Un pueblo formado por  millares de rostros, historias y orígenes, un pueblo multicultural y multiétnico. Esta es una de nuestras riquezas. Es un pueblo llamado a acoger las diferencias, a integrarlas con respeto y creatividad y a celebrar la novedda que procede de los demás; es un pueblo que no tiene miedo de abrazar los confines, las fronteras; es un pueblo que no tiene miedo de acoger a aquellos que lo necesitan, porque sabe que allí está presente su Señor.

3.- La posibilidad de lo imposible

«Nada es imposible para Dios» (Lc 1,37): así termina la respuesta del ángel a María. Cuando creemos que todo depende exclusivamente de nosotros permanecemos prisioneros de nuestras capacidades, de nuestras fuerzas, de nuestros horizontes miopes. Cuando, en cambio,  estamos dispuestos a dejar que nos ayuden, a dejar que nos aconsejen, cuando nos abrimos a la gracia, parece que lo imposible empieza a hacerse realidad. ¡Bien lo saben estas tierras que, en el curso de su historia, han generado tantos carismas, tantos misioneros, tanta riqueza para  la vida de la Iglesia! Tantos rostros que,  superando el pesimismo estéril y divisor, se han abierto a la iniciativa de Dios y se han convertido en una señal de lo fecunda que puede ser una tierra que no se deja encerrar en sus propias ideas, en sus propios límites y en sus propias capacidades y se  abre a  los demás.

Come ayer, Dios sigue buscando aliados, sigue buscando hombres y mujeres capaces de  creer, capaces de hacer memoria, de sentirse parte de su pueblo para cooperar con la creatividad del Espíritu. Dios sigue recorriendo nuestros barrios y nuestras calles, va a todas partes en busca de corazones capaces de escuchar su invitación y de hacerla  convertirse en carne aquí y ahora. Parafraseando a San Ambrosio en su comentario sobre este pasaje, podemos decir: Dios sigue buscando corazones como el María, dispuestos a creer incluso en condiciones absolutamente excepcionales (cfr Esposizione del Vangelo secondo  Luca II., 17: PL 15, 1559). ¡Que el Señor aumente en nosotros esta fe y esperanza!

Visita pastoral del Santo Padre Francisco a la archidiócesis de Milán: Encuentro con los Chicos y chicas que van a recibir la Cofirmación y con los que ya la han recibido en el estadio Meazza-San Siro, 25.03.2017

A las 17:45 de hoy, en el  estadio Meazza-San Siro de Milán, el Santo Padre Francisco encontró a los chicos y chicos que van a recibir el sacramento de la Confirmación y a los que ya lo han recibido. de confirmación y confirmado.

A la entrada al estadio, el Papa fue recibido por el Presidente de la estructura, Roberto Ruozzi.

Durante el encuentro, el Papa respondió a algunas preguntas planteadas por uno de los jóvenes que van a recibir la Confirmación,  por  un matrimonio y por  un catequista.

Siguen las  respuestas del Santo Padre:

Pregunta de un chico

Hola, soy David y soy de Cornaredo. Quería hacerte una pregunta: A ti, cuando tenías nuestra edad  ¿Qué te ayudó a crecer en la amistad con Jesús?

Papa Francisco:

¡Buenas noches!

David ha hecho una pregunta muy sencilla, que es fácil para mí responder porque solamente necesito acordarme de los tiempos en que tenía vuestra  edad. Y la pregunta es: Cuando tenías nuestra edad  ¿Qué te ayudó a crecer en la amistad con Jesús? Hay tres cosas, pero con un hilo que las une. La primera cosa que me ayudó fueron mis abuelos. “Pero cómo, Padre:  ¿Los abuelos pueden ayudar a hacer crecer la amistad con Jesús?». ¿Qué opináis? ¿ Pueden  o no?

Chicos y chicas:

Sí!

Papa Francisco:

Pero los abuelos son viejos..

Chicos y chicas:

¡No!

Papa Francisco:

¿No? ¿No son viejos?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Son viejos … Los abuelos son de otra época: los abuelos no saben cómo usar los ordenadores, no tienen celulares … Vuelvo a preguntar: ¿Los abuelos, te pueden ayudar a crecer en la amistad con Jesús?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Y esta ha sido mi experiencia: Los  abuelos me han hablado con normalidad de las cosas en la vida. Un abuelo era carpintero, y  me enseñó cómo con el trabajo Jesús aprendió el mismo oficio, y así, cuando miraba a mi abuelo, pensaba en Jesús. El otro abuelo me decía que uno nunca se va a la cama sin decir una palabra a Jesús , decirle «buenas noches». Mi abuela me enseñó a rezar, y también mi madre; la otra abuela lo mismo … Lo importante es esto: los abuelos tienen la sabiduría de la vida. ¿Qué tienen los abuelos?

Chicos y chicas:

La sabiduría de la vida.

Papa Francisco:

Tienen la sabiduría de la vida. Y con su sabiduría  nos enseñan cómo acercarnos a Jesús. Conmigo lo hicieron. En primer lugar, los abuelos. Un consejo: Hablad con los abuelos. Hablad, haced todas las preguntas que queráis. Escuchad a los abuelos. Es importante, en este tiempo, hablar con los abuelos. ¿Lo habéis entendido?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Y vosotros, cuyos abuelos viven, haced un esfuerzo para hablar, hacedles preguntas, escuchadlos. ¿Hareís ese esfuerzo? ¿Cumpliréis esta tarea?

Chicos y chicas:

Sí …

Papa Francisco:

No  estáis muy convencido. ¿Lo haréis?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Los abuelos. Después me ayudó mucho jugar con los amigos, porque jugar bien, jugar y sentir la alegría del juego con los amigos, sin insultarse, y pensar que así jugaba Jesús … Pero, os pregunto, ¿Jesús jugaba? ¿O no?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

¡Pero era Dios! Dios no, no  puede jugar …¿Jesús jugaba?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Estad seguros. Sí, Jesús jugaba, y jugaba con los demás. Es bueno para nosotros jugar  con los amigos, porque cuando el juego es  limpio, se aprende a respetar a los demás, se aprende a hacer  equipo, como equipo, a trabajar juntos. Y esto nos une a Jesús. Jugar con los amigos. Pero – hay algo que creo que ha dicho alguno de vosotros – ¿Enfadarse con los amigos, ayuda a conocer a Jesús?

Chicos y chicas:

¡No!

Papa Francisco:

¿Cómo?

Chicos y chicas:

¡No!

Papa Francisco:

Bien. Y si nos enfadamos, porque es normal enfadarse,  luego se pide disculpa y se acaba la historia. ¿Está claro?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

A mí me ayudó mucho jugar con los amigos. Y una tercera cosa que me ayudó a crecer en la amistad con Jesús es la parroquia, el oratorio, ir a la parroquia, ir al oratorio y reunirme  con los demás: ¡esto es importante! A vosotros, ¿os  gusta ir a la parroquia?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Os gusta … – pero decid la verdad – ¿os gusta ir a misa?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

[Risas] No estoy seguro … ¿Os gusta ir al oratorio?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco:

Ah, esto sí, os gusta. Y estas tres cosas – en serio, es un consejo que os  doy – estas tres cosas os harán crecer en la amistad con Jesús:  hablar con los abuelos, jugar con los amigos e ir a la parroquia y al oratorio. Porque con estas tres cosas, rezaréis más. [Aplausos] y la oración es ese hilo que une las tres cosas. Gracias. [Aplausos]

PREGUNTA DE UN PADRE Y UNA MADRE:

Buenas noches. Somos Mónica y Alberto, y somos padres de tres hijos de los cuales la última en octubre recibirá la Santa Confirmación santa. La pregunta que queríamos hacerle es: ¿Cómo transmitir a nuestros hijos la belleza de la fe? A veces nos parece tan complicado hablar de este tema sin  ser aburridos y banales o peor todavía,  autoritarios ¿Qué palabras usar?

Papa Francisco:

Gracias. Yo tenía antes estas preguntas … Sí, porque me las habéis mandado, y  para ser claro en la respuesta, tomé algunas notas, escribí algo, y ahora me gustaría responder a Mónica y Alberto.

  1. Creo que esta es una de las cuestiones clave que toca nuestras vidas como padres: la transmisión de la fe, y también toca nuestras vidas como pastores y como educadores. La transmisión de la fe. Y me gustaría haceros esta pregunta. Y os invito a recordar cuáles fueron las personas que dejaron una huella en su fe y que os ha quedado más grabado de ellas. Lo que los niños me han preguntado a mí, os lo pregunto yo a vosotros. ¿Cuáles son las  personas, las situaciones, las cosas que os han ayudado a crecer en la fe, la transmisión de la fe. Os invito a vosotros padres,  a volver a ser con la imaginación, por unos minutos, otra vez niños y a recordar a las personas que os  ayudaron a creer. «¿Quién me ayudó a creer?». El padre, la madre, los abuelos, una catequista, una tía, el párroco, un vecino, quien sabe … Todos llevamos en nuestra memoria, pero sobre todo en el corazón  una persona que nos ayudó a creer. Ahora os pongo un reto. Un momento de silencio … y que cada uno piense : ¿Quién  me ha ayudado a creer? Y yo contesto por mi parte, y para responder a la verdad tengo que volver con la memoria a Lombardía … [ gran aplauso]. A mí me ayudó a creer, a crecer tanto en la fe, un cura de Lodi, de la diócesis de Lodi; un buen sacerdote que me bautizó y luego durante toda mi vida, iba a verle; a veces con frecuencia,  otras veces menos …; y él me acompañó hasta entrar en el noviciado [de los Jesuitas]. Y esto os lo debo a vosotros, los lombardos, ¡gracias! [Aplausos] Y nunca me olvido de aquel cura, nunca, nunca. Fue un apóstol del confesionario, apóstol del confesionario. Misericordioso, bueno, trabajador. Y así  me ayudó a crecer.

¿Cada uno ha pensado en  la persona? Yo he dicho quien me ayudó.

Y os preguntaréis el  por qué de este pequeño ejercicio. Nuestros hijos nos están mirando todo el tiempo; aunque no nos demos cuenta, nos observan todo el tiempo y, mientras tanto aprenden. [Aplausos] «I bambini ci guardano”. Es  el título de una película de Vittorio De Sica  de 1943. Buscadla. Buscadla. «I bambini ci guardano.» Y, entre paréntesis, me gustaría decir que aquellas película de la posguerra italiana y un poco más adelante, han sido – en general – una verdadera ‘catequesis’ de humanidad. Cierro el paréntesis. Los niños nos miran, y no os podéis imaginar la angustia que siento un niño cuando los padres discuten. ¡Sufren! [Aplausos] Y cuando los padres se separan, las cuentas  las pagan ellos. [Aplausos] Cuando se trae un niño al mundo, hay que ser conscientes de esto: asumimos la responsabilidad de crecer en la fe a este niño. Os ayudará tanto leer la exhortación Amoris Laetitia, especialmente los primeros capítulos, sobre el amor, el matrimonio, el cuarto capítulo, que es realmente una clave. Pero no os olvidéis: Cuando os enfadáis, los niños sufren y no crecen en la fe. [Aplausos] Los niños conocen nuestras alegrías, nuestras penas y preocupaciones. Se las arreglan para captar todo, se dan cuenta de todo y, dado que son  muy, muy,  intuitivos, sacan sus conclusiones y sus enseñanzas. Saben cuando hacemos  trampas y cuando no. Lo saben. Son muy listos. Por lo tanto, una de las primeras cosas que diría es: cuidad de ellos, cuidad de su corazón, de su alegría y de su esperanza.

Los «ojitos» de vuestros hijos poco a poco almacenan  y leen con el corazón como la fe es uno de los mejores legados que habéis recibido de vuestros padres, de vuestros antepasados.Se dan cuenta. Y si vosotros dais la fe, y la vivís bien, se la transmitís.

Enseñadles cómo la fe nos ayuda a seguir adelante, a afrontar tantos dramas que tenemos, no con una actitud pesimista, sino confiado, este es el mejor testimonio que podemos darles. Hay un dicho: «Las palabras se las lleva el viento», pero lo que se siembra en la memoria, en el corazón, permanece para siempre.

  1. Otra cosa. En diferentes lugares, muchas familias tienen una tradición muy bonita: van a misa juntos y luego  a un parque, llevan a sus hijos a jugar juntos. Así,  la fe se convierte en una necesidad de la familia con otras familias, con los amigos, familias amigas.  Esto es bueno y ayuda a vivir el mandamiento de santificar las fiestas, No sólo  ir a la iglesia para rezar o para dormir durante la homilía – ¡puede pasar! – no sólo, pero luego ir a jugar juntos. Ahora, que empieza el buen tiempo, por ejemplo, el domingo después de ir a misa toda la  familia, es bueno si podéis  ir a un parque o a una plaza, a jugar, a pasar un rato juntos. En mi tierra esto se llama  «dominguear» que significa «pasar el domingo juntos.» Pero nuestra época es una época algo difícil para hacer esto porque muchos padres, para dar de comer a su familia, tiene que trabajar incluso en días festivos. Y eso es malo. Cuando los padres me dicen que pierden la paciencia con sus hijos siempre les pregunto: ¿Cuántos son» – «Tres, cuatro,» me dicen. Y después les hago una segunda pregunta: «¿Tu, juegas con tus hijos?  … ¿Juegas» y  no saben qué decir. Los padres en esta época no pueden, o han perdido la costumbre de jugar con sus hijos, de «perder el tiempo» con sus hijos. Un papá una vez me dijo: «Padre, cuando me voy a ir a trabajar, q todavía están en la cama, y cuando vuelvo tarde por la nocheya están en la cama. Los veo sólo en días de fiesta «. Está muy mal.  Esta vida  nos quita la humanidad! Pero recordad esto: jugar con los niños, «perder el tiempo» con los hijos también es transmitir la fe. Es la gratuidad, la gratuidad de Dios.
  2. Y una última cosa: la educación familiar a la solidaridad. Esto es transmitir la fe con la educación a la solidaridad, a las obras de misericordia. Las obras de misericordia hacen que crezca la fe en el corazón. Esto es muy importante. Me gusta poner el acento en  la fiesta, en la gratuidad, en  buscar  otras familias y vivir la  fe como un espacio de disfrute de la familia; Creo que también hay que añadir otro elemento. No hay fiesta sin solidaridad – como no hay solidaridad sin fiesta- porque cuando uno es solidario, es alegre y transmite alegría.

No quiero aburriros. Os contaré algo que viví en Buenos Aires. Una madre, estaba almorzando con sus tres hijos, seis, cuatro y medio y tres años; después tuvo otros dos. Su marido estaba en el trabajo. Estaban comiendo “cotolette alla milanese”, (filetes empanados). Sí, lo se porque me lo contó ella y cada uno de los niños tenía una en el plato. Llaman a la puerta. El mayor va a abrir, vuelve  y dice: «Mamá, es un pobre hombre, pide algo.» Y la madre, sabia, les  pregunta: «¿Qué hacemos? ¿Le damos o no le damos? «-» Sí, mamá, le damos, le damos «. Había otros filetes, allí. La madre dijo: «Ah, muy bien: hacemos dos bocadillos: cada uno corta su filete  a  mitad   y hacemos dos bocadillos» – «Mamá, pero hay otras» – «No, son para la cena.» Y  la mamá les enseñó la solidaridad, la que cuesta, no la que sobra! Por ejemplo, esto sería suficiente, pero os hará reír saber cómo terminó la historia. A la semana siguiente, la madre tuvo que ir a hacer la compra, por la tarde, alrededor de las cuatro, y dejó a los tres niños solos, eran buenos, durante una hora.Se fue. Cuando la madre regresó, no eran tres, ¡eran cuatro! Había tres niños y un pobre[risas] que había pedido limosna, al que hicieron entrar  y estaban bebiendo juntos café con leche … Este es un final para reír un poco… educar en la solidaridad, es decir, a las obras de misericordia . Gracias.

 

Pregunta de una catequista

Buenas tardes, soy Valeria, madre y catequista de una parroquia en Milán, en Rogoredo. Usted nos ha enseñado que para educar a un  joven hace falta una aldea: también nuestro arzobispo nos ha empujado a lo largo de estos años a colaborar, para que haya colaboración entre las figuras educativas. Así que queríamos pedirle un consejo, para que podamos estar abiertos a un diálogo y una confrontación con todos los educadores que tienen que ver con nuestros jóvenes …

Papa Francisco

Yo aconsejaría una educación basada en el pensar- sentir- hacer, es decir, una educación con el intelecto, el corazón y las manos, los tres lenguajes. Educar a la armonía de los tres lenguajes, para que los jóvenes, los chicos, las chicas pueden pensar  lo que sienten y lo que hacen,  sentir lo que piensan y hacen y hacer lo que piensan y sienten. No las tres cosas separadas, sino las tres juntas. No sólo la educación del intelecto: esto es dar nociones  intelectuales, que son importantes, pero sin el corazón y  sin las manos no sirven, no sirven. Debe ser armoniosa, la educación. Pero también se puede decir: educar con los contenidos, las ideas con las actitudes de vida y con los valores. También se puede decir así. Pero nunca  educar solamente, por ejemplo, con las nociones, las ideas. No. También el corazón tiene que crecer en la educación; y también el «hacer», la actitud, el modo de comportarse en la vida comportamiento en la vida.

  1. En referencia al punto precedente, recuerdo que una vez en una escuela había un alumno que era un fenómeno jugando al fútbol  y un desastre en la conducta en clase. Una regla que le habían dado era que si no se portaba bien dejaba de jugar al fútbol. Dado  que continuó con el mal comportamiento se quedó dos meses sin jugar, y esto hizo  empeorar las cosas. Tened cuidado cuando se castiga: aquel chico empeoró. Es verdad, yo conocí a ese chico.  Un día, el entrenador habló con la directora  y le explicó: «¡Así no funciona! ¡Dejáme intentarlo” «, dijo a la directora, y le pidió que el chico pudiera volver a jugar. «Vamos a intentarlo,» dijo la señora.  Y el entrenador lo puso como capitán del equipo. Entonces ese niño, sintió que lo tomaban en consideración, sintió que podía dar lo mejor de sí y no sólo comenzó a comportarse mejor, sino a mejorar en todo. Esto me parece muy importante en la educación. Muy importante. Entre los estudiantes hay algunos dotados  para el deporte y no tanto para  las ciencias y a otros se les da  mejor el arte  que  las matemáticas, a unos la filosofía más que los deportes. Un buen profesor, educador o entrenador sabe estimular las buena cualidades de sus estudiantes y no descuidar las otras;  Y allí se da el fenómeno denominado pedagógico llamado transfert: haciendo bien y agradablemente una cosa, el beneficio se transfiere a la otra. Buscar dónde dar más responsabilidad, donde más le gusta, e irá bien.  Y está siempre bien estimularlos, pero los niños también necesitan divertirse y dormir. Educar solamente, sin el espacio de la gratuidad no está bien..

Y termino con esta cosa. Hay un fenómeno muy feo en estos tiempos,  que me preocupa, en la educación: el bullying. Por favor, tened cuidado. [Aplausos] Y ahora os  pregunto, a vosotros,  que vais a recibir  la  confirmación. En silencio, escuchadme. En silencio. ¿En vuestra escuela, en vuestro vecindario, hay alguno, o alguna de quien os burláis porque tiene un defecto, porque es gordo, porque es delgado, por esto o por aquello? Pensadlo . Y ¿ os gusta hacer que se sientan avergonzados e incluso pegarlos por eso? Pensadlo. Esto se llama bullying. Por favor … [indicio de aplausos] No, no! Todavía no he terminado. Por favor, para el sacramento de la Santa Confirmación, prometedle al Señor que  nunca haréis eso y nunca dejaréis que se haga  en vuestra escuela, en vuestro colegio, en vuestro vecindario. ¿Entendido?

Chicos y chicas:

¡Sí! [Aplausos]

Papa Francisco

¿Me lo prometéis?: Nunca, nunca burlarse, reírse  de  un compañero de escuela, de barrio ¿Me lo prometéis, hoy?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco

El Papa no está contento con la respuesta … ¿Me lo prometéis?

Chicos y chicas:

[Muy fuerte] ¡Sí!

Papa Francisco

Está bien. Este «sí» se lo habéis dicho al Papa. Ahora, en silencio, pensad lo feo que es y pensad si sois capaces de prometérselo a  Jesús. ¿Prometéis a Jesús que no haréis nunca bullying?

Chicos y chicas:

¡Sí!

Papa Francisco

A Jesús …

Chicos y chicas:

[Fuerte] ¡Sí !

Papa Francisco

Gracias. ¡Y que el Señor os bendiga!

Felicitaciones a vosotros [a los que hicieron la coreografía en el campo]: ¡Muy buenos!

Oremos juntos: «Padre nuestro …»

[Bendición]

Papa Francisco

Por favor, os pido que recéis por mí. Y antes de irme, una pregunta: ¿con quién debemos hablar más, en casa?

Chicos y chicas:

¡Con los abuelos!

Papa Francisco

¡Estupendo! Y vosotros,  padres, ¿Qué tenéis que hacer más con vuestros  hijos ?

Padres:

¡Jugar!

Papa Francisco

Jugar. Y vosotros, educadores, ¿cómo tenéis que educar, con qué  lenguaje? Con el de la cabeza, con el del corazón y con el de las manos!

¡Gracias y adiós!

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