Mons. Müller defiende el sacerdocio ministerial

Discurso del Prefecto para la Doctrina de la Fe en Palermo, en la facultad de teología de Sicilia San Juan Evangelista

El Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, mons. Gerhard Ludwig Müller, denunció la «furia de la crítica contra el sacerdocio ministerial» que, incluso en ámbito católico, ha tenido una matriz protestante (sobre todo después del Concilio Vaticano II), y defendió además el celibato sacerdotal, en contra de la idea que lo identifica con un rasgo del pasado «hostil a la corporeidad» o «única causa de la penuria de los sacerdotes».

El arzobispo Müller pronunció hoy en Palermo un discurso sobre el sacramento de la ordenación en la facultad de teología de Sicilia San Juan Evangelista, en ocasión de la presentación del volumen de la obra completa de Joseph Ratzinger. Müller subrayó que Ratzinger indicó que «en donde falta el fundamento dogmático del sacerdocio católico» también falta, entre otras cosas, la motivación que induce a una «comprensión razonable» del celibato como «signo escatológico del mundo de Dios que vendrá».

Y «si la relación simbólica que pertenece a la naturaleza del sacramento se obscurece, el celibato sacerdotal se convierte en una ruina del pasado hostil a la corporeidad y es combatido como la única causa de las penurias de los sacerdotes. También desaparece la evidencia, en el magisterio y en la praxis de la Iglesia, de que el sacramento de la orden se debe administrar solo entre los hombres. Un ofico concebido en términos funcionales, en la Iglesia, se expone a la sospecha de legitimar un dominio que debería fudnarse y limitarse en sentido democrático».

Mons. Müller aludió a la «crisis de la doctrina del sacerdocio, que sucedió durante la Reforma protestante» y a la «crisis existencial y espiritual de la segunda mitad del siglo XX y que explotó tras el Concilio Vaticano II, cuyas consecuencias seguimos sufriendo hoy en día».

En cuanto a los motivos “infra-eclesiales” de la crisis del sacerdocio, «como demuestra en sus primeros discursos, Ratzinger posee desde el inicio una viva sensibilidad para percibir inmediatamente estas sacudidas con las que se anunciaba el terremoto: y todo ello sobre todo en la apertura, por parte de tantos ámbitos católicos, a la exégesis protestante en boga durante los años 50 y 60 del siglo pasado».

A menudo, indicó, los católicos no se dieron cuenta de «las visiones prejuiciales que yacían bajo la exégesis que surgió de la Reforma. Y así contra la Iglesia católica (y también contra la ortodoxa) se abatió la furia de la crítica al sacerdocio ministerial, en la presunción de que no tenía un fundamento bíblico».

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